El 15 de julio de 2014, aniversario de Gil, comencé a publicar estos martes románticos en la prensa berciana. Pequeñas piezas de divulgación que —durante el año previo a la celebración del II Centenario del nacimiento del poeta— tuvieron cientos, quizás miles de seguidores en Bierzo Diario, Bembibre Digital, el blog Borges en El Bierzo y en Facebook, donde continúan publicados.

En medio del pesado trabajo —no por fascinante menos arduo— de corregir, editar y publicar las obras completas de Gil, estas piezas breves y ligeras fueron un descanso, divertimentos que me ayudaron a compartir y disfrutar aspectos más cercanos, familiares y a veces sorprendentes del siempre desconocido Enrique Gil.

Ocho años después, me parece oportuno publicar de nuevo este ramillete de violetas, sin más pretensiones. Al lado de El Señor de Bembibre, de Poesía, de El Lago de Carucedo, del Viaje a una provincia interior o de Crítica teatral, este volumen XVIII de la Biblioteca Enrique Gil es sin duda un libro menor, pero simpático; un artefacto con vocación escolar, didáctico, pensado para esos lectores y lectrices que —lo sé bien— nunca leerán las 1.000 páginas rotundas de las obras completas de Gil.

O tal vez sí, tal vez alguna habrá que, curioseando y picoteando aquí y allá, de martes en martes, acabe seducida por la vida y obra del poeta de ojos claros.

Eso sería suficiente premio: atraer nuevos románticos a la lectura, pues tengo para mí la sensación de que don Enrique Gil, en su tierra y entre los suyos, ha sido más laureado y renombrado en calles, placas y estatuas que verdaderamente leído y escuchado.

Valentín Carrera